martes, 3 de junio de 2014

Nervios bajo control

La ansiedad forma parte de la vida y no es posible ni conveniente eliminarla. En general, la ansiedad es activada por una amenaza vaga o poco clara, mientras que el miedo normalmente es activado por una amenaza bien definida. Hablamos de ataque de pánico cuando de manera súbita, sin que exista razón aparente, surge un elevado nivel de ansiedad acompañado de síntomas físicos muy intensos (por ejemplo, dificultad para respirar, taquicardia...).

La relación entre ansiedad y rendimiento se puede representar como una curva en forma de U invertida: el rendimiento se incrementa a medida que aumenta la activación, pero solo hasta cierto punto, a partir del cual empieza a decrecer. Esta relación se conoce como ley de Yerkes-Dodson, y el ejemplo que quizás pueda ilustrarla mejor es el del estudiante que debe enfrentarse a un examen: un poco de activación incrementará su rendimiento, pero si su nerviosismo llega a un punto difícil de manejar es probable que el examen no le salga muy bien a pesar de que lo lleve bien preparado.

El problema con respecto a la ansiedad surge cuando es excesivamente frecuente o intensa, o bien se produce ante situaciones que no suponen un peligro real para la persona.

Si atravesamos por un período de especial ansiedad en nuestra vida podemos empezar prestando atención a los aspectos más obvios: seguir una dieta equilibrada, practicar ejercicio con regularidad, evitar el consumo de alcohol y cafeína, dormir lo suficiente (véase la entrada "Ganas de dormir") y dedicar algo de tiempo cada día a una actividad que nos relaje, como leer o escuchar música.

Si prevemos un período que nos va a suponer un estrés elevado (como la Navidad, para algunas personas), podemos determinar prioridades y reducir la actividad general, así como planear y emprender acciones de antemano (por ejemplo, comprar los regalos con antelación).

Hay pensamientos que provocan una gran ansiedad, siendo uno de ellos el pensamiento de tipo "debería": "Debería llegar a tiempo" o "Tengo que aprobar este examen". Lo cierto es que desear algo produce menos ansiedad que tener el deber de hacerlo, de manera que es preferible sustituir los enunciados anteriores por los siguientes: "Me gustaría llegar a tiempo" o "Estaría genial aprobar este examen".

Hay situaciones que nos ponen especialmente nerviosos porque las hemos dramatizado, es decir, hemos exagerado sus aspectos dramáticos. Pensemos en ellas: ¿Tan importantes son? Comparémoslas con los sucesos que vemos todos los días en las noticias: accidentes de tráfico, enfermedades graves, terremotos, inundaciones... ¿Tan grave es lo que puede ocurrir en estas situaciones que nos ponen nerviosos?

El sentido del humor también puede ayudarnos a desdramatizar una situación. Quizás incluso podamos encontrar en internet algún chiste sobre la situación temida: exámenes, visitas al dentista... A menudo los seres humanos nos ponemos nerviosos ante situaciones parecidas.

Cuando nos encontremos en la situación que nos genera ansiedad, dependiendo de cuál sea quizás podamos utilizar como estrategia la distracción, dirigiendo nuestra atención hacia algo neutro o positivo. Dependiendo de las posibilidades en función de las circunstancias concretas, podemos: hacer cálculos, como contar de tres en tres; observar minuciosamente lo que hay a nuestro alrededor (cómo van vestidos los demás, cómo son los muebles...); escuchar atentamente (ruidos de fondo, conversaciones fortuitas...); cantar o tatarear mentalmente, etcétera.

En conclusión, existen multitud de estrategias que nos pueden ayudar a manejar la ansiedad. Sirvan de ánimo las palabras del explorador noruego Thor Heyerdahl, que navegó por el Pacífico desde Perú hasta la Polinesia en una balsa construida con troncos y plantas:

"Si me hubieran preguntado a los diecisiete años de edad si viajaría en el mar en una balsa, hubiera negado absolutamente esa posibilidad. A esa edad, sufría de fobia al agua".

Bravo.

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