martes, 17 de junio de 2014

Mea culpa

Cuando nos sentimos culpables, o bien pensamos que hemos hecho algo que no deberíamos haber hecho, o bien pensamos que hemos dejado de hacer algo que deberíamos haber hecho. Además, vivimos esta transgresión como una traición hacia nosotros mismos: nos hemos comportado mal, somos una mala persona.

Si a partir de nuestro comportamiento nos consideramos inferiores o inútiles, nos sentiremos deprimidos. Si tememos que los demás se enteren porque pensarán mal de nosotros, experimentaremos vergüenza. Si tememos ser castigados por nuestra conducta, entonces nos mostraremos ansiosos.

Lo primero que pensamos cuando nos sentimos culpables es que hemos hecho algo mal. Esto puede que sea cierto o puede que no. Suponiendo que sea cierto, ¿realmente es tan grave? A veces cometemos un pequeño error y nos flagelamos como si el mundo fuese a volar por los aires debido a él.

Ningún ser humano es perfecto, así que no pretendamos ser la excepción. Ya lo dice la sabiduría popular, con expresiones como "El que tiene boca se equivoca" o "El que friega platos rompe platos".

Todo lo anterior no ha de servir como excusa para el cinismo ni para actuar sin consideración ni miramientos de ningún tipo. De lo que se trata es de distinguir una sana sensación de remordimiento de un paralizante y angustioso sentimiento de culpa, más intenso y duradero.

Lo mejor sería un enfoque práctico: si reconocemos que efectivamente hemos cometido un error, lo más efectivo será desarrollar una estrategia para solucionar el problema o para evitar que vuelva a producirse en un futuro. Es necesario un proceso de reconocimiento, aprendizaje y cambio. Para esto no hace falta sentirse culpable.

Me gustaría dedicar unas últimas palabras a alertar sobre el uso que algunas personas hacen del sentimiento de culpa para manipular a los demás. Utilizan frases como "Yo por ti haría lo mismo", "Debemos ayudarnos el uno al otro" o "Pues luego no me vengas a pedir favores a mí" y se muestran heridos en lo más profundo de su ser si no accedemos a sus peticiones. De vital importancia es recordar que no tenemos obligación de complacer a todo el mundo en todo momento.

Reivindiquemos nuestro derecho a no sentirnos culpables.

No hay comentarios:

Publicar un comentario